Madera
de piernas cruzadas
aguarda a solas lo que vendrá
ya no le preocupan
el humo del cigarro, el vencimiento de la comida
la depilación mensual o la autoestima
para ella el adiós es una puerta
una puerta que se cierra, como un parpadeo
la acción de dejar atrás a los demás y al tiempo
así, pero de madera
ella conoce el sonido hueco
el abismo en donde caerá el otro o uno mismo a merced del recuerdo
(depende de qué lado de la puerta se esté)
ninguna otra acción es tan eficaz para despedirse
llevar la mano al pestillo
balancear el cuerpo y la puerta que va
diligente a cumplir su designio, plum, se terminó
el cuerpo plegado en dirección inversa escapando de otro cuerpo
el aire dividido, cortado en dos por la hoja
vos allá y yo acá dice ella separada al fin de su chancro.
Nunca se aprende a decir adiós.
Sed de ser
Si digo “potabilidad”
todo conduce al agua, a pensarla
a pensar en el sano proceso que la convierte en este día limpio
quiero probar la potabilidad no el agua
quiero potar, hacer buches y gárgaras
beber es una suma de confianzas
debo creer en un vaso con agua
–tallada a mano la sed tiene forma de cuenco–
comienzo a potar y nada pasa
sigo aquí, no hubo cicuta, no he caído bajo un charco de veneno
entonces creo ya en aguamaniles y palanganas
creo ya en bebederos, en los parques y plazas que surgen de ese chorro oblicuo
perpendicular a mi ansiedad, bebo
inclino la cabeza y bebo, me estoy purificando pienso, no me contamino
entonces creo ya en grifos y en duchas, en su efímera explosión de júbilo
en su eyaculación precoz y solidaria, bebo
me sumerjo en fuentes y manantiales, hago la plancha y pienso
en los largos acueductos del emperador Claudio y ahora sí
me convenzo, quiero beber
quiero beberme al caer la noche.
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